Si mi vida está en peligro, o si alguien en mi entorno corre peligro de una agresión física o psicológica, me defenderé, a mí o a [email protected], sin dudarlo. Pero cuando se trata de defender mi integridad, mi nombre, mi trabajo, orgullo o alguna otra cosa, simplemente me retiraré, incluso si es que me veo afectada.
A veces me veo afectada, hay una “carga emocional” si es que eres “traicionada” por alguien que te profesó su amistad, por ejemplo. O alguien que habla contra mí a mis espaldas, para así agradarle a [email protected], a la vez que dice ser mi amig@ y mi apoyo. O alguien que me ataca maliciosamente por internet (frecuentemente de manera anónima, por supuesto) para sentirse importante, para llamar la atención, o porque mi poder e influencia [email protected] amenaza. A veces, me molesta. Pero en lugar de reaccionar a esa molestia, lo que hago es procesarla, la decepción y la pena, y luego continúo mi camino.
Aunque es difícil. Cuando recibimos una energía negativa que nos compromete, en forma de insultos o ataques, generalmente ocasiona un costo. El costo es el efecto que tiene en el “pequeño yo”.
Y YO TENGO un pequeño yo. No es muy influyente en mi vida, pero en ocasiones me afecta. No siempre estuvo ahí, pero en algún punto del tiempo lineal lo creé para entender lo que los demás experimentaban en esta vida. La mayoría del sufrimiento, angustia, dolor, peleas y conflictos que experimentamos son debido al pequeño yo en nosotros y/o en los demás.
Dale una mirada a algún conflicto en el que estés ahora. Toma distancia y observa si tiene alguna relevancia para tu supervivencia física. Si no la tiene, entonces es acerca del pequeño yo.
Algunas culturas enseñan que las personas pueden llegar a matar para defender su orgullo, su honor o el de su familia. O ser severamente castigado por ser una deshonra para sí mismos o para su familia. Pero, ¿qué es el honor y el orgullo, sino una proyección egoica de la “importancia”?
Muchas veces usamos el historial de todos los ataques físicos, emocionales y psicológicos que hemos recibido a lo largo de nuestras vidas para justificar nuestra propia brutalidad.
La naturaleza de los ataques
La mayoría de los ataques personales (los que no constituyen una amenaza a nuestras vidas) tienen patrones muy básicos. Tres de estos patrones son:
1-Ponerse en posición de “estar en lo correcto” mediante poner al otro en posición de “estar equivocado”.
2- Validarse uno mismo mediante el invalidar al otro.
3-Reacción a un miedo inconsciente (o consciente).
En mi experiencia, el Nº1 es el que prevalece en nuestra sociedad. En efecto, es fomentado. Lo encontramos en uso en la política y en todo tipo de debates de ciencia, religión y en organizaciones sociales y “think tanks” alrededor del mundo.
En más de una ocasión, he recibido mensajes y emails “exigiéndome que responda” a una u otra declaración de que “estoy [ingresar comentario de que estoy equivocada aquí]”. O exigiéndome que valide o defienda mi visión de las cosas. Ahora ya no respondo a estos mensajes, pero lo he hecho en el pasado, al haber cedido a la presión externa. Actualmente, ya no tiendo a ceder a la presión.
Recientemente, un amigo mío me comentó que había observado que, mientras más poderosa, confiada y capaz voy apareciendo como persona públicamente conocida, más maliciosos e insidiosos se vuelven los ataques. Esto es simplemente un reflejo del número 3 de la lista de arriba. La gente tiene miedo de los individuos influyentes. Tienen miedo del poder (por buenas razones), y tienen miedo de ser embaucados. Los ataques energéticos (a un nivel encubierto) también han aumentado tremendamente con cada mes desde que acepté la misión de ser una figura pública para transmitir el mensaje de empoderamiento a las masas.
Lo que podemos hacer con estos ataques encubiertos es bastante similar a lo que hacemos con los ataques públicos: procesamos cualquier efecto que puedan tener en [email protected], y continuamos nuestro camino. Venganza, defensa o “justicia” son irrelevantes, y sólo servirían para alimentar el ataque y bajar nuestra vibración.
Si empleamos tiempo en defendernos, atacando a nuestros atacantes o buscando revancha, simplemente estamos alimentando el ciclo de agresión. Es mucho mejor gastar esa energía en inspirar y empoderar otras personas.
¿De qué manera el observar nuestras defensas empodera al planeta?
El conflicto y la guerra a cualquier nivel bajan nuestra vibración humana colectiva. No importa si le gritas a tu perro o disparas balas a un enemigo, la energía del conflicto va contra nuestra naturaleza y está ahí sólo debido a una insistente programación (condicionamiento).
La semana pasada, mientras me reponía de largos viajes en avión, estuve viendo varios programas de televisión. Quedé impactada con la normalización de la violencia, y con la brutalidad que se mostraba.
En uno de ellos, una película acerca de una familia de gangsters que, mediante un programa de protección de testigos era reubicada en Francia, mostraba a niños y adultos siendo brutalmente golpeados por los protagonistas. Se supone que esto era divertido porque los niños y adultos violentados habían dicho algo inapropiado o hecho algún daño menor a los protagonistas. En otro programa, una serie extremadamente popular, el nivel de violencia era simplemente increíble. Incluía violaciones, abuso sexual, brutales asesinatos de mujeres, hombres y niños, y violencia psicológica extrema. Todo “normalizado” en algún tiempo y lugar ficticios.
Los programas tipo “reality” son populares debido a que están orientados al conflicto. En ellos se representan muchos tipos de violencia, incluso peleas y violencia física.
Y esto no termina con los programas de televisión, ya que la mayor parte de los juegos de computadora consisten en matar otras personas, criaturas o monstruos.
Pero aquí está el punto, porque la programación (condicionamiento) para ser y actuar desde la violencia y la agresión no puede tener éxito a menos que estemos de acuerdo con ella. Una vez que nos damos cuenta de que es un simple programa, que es de hecho un intento de una facción del colectivo humano de transitar por un camino vibracional bajo y altamente adictivo, entonces podemos simplemente desactivar esa programación.
¿Cómo la desactivamos? Hagamos una lista y observemos todas esas áreas en que nos sentimos perjudicados, en donde montamos una autodefensa, en donde atacamos a los demás. Observemos cada ítem en nuestra lista hasta que veamos el cuadro general. Hasta que ya no seamos afectados energéticamente por el conflicto o los ataques. Hasta que ya no deseemos “tener que hacer algo acerca de esto” para que se haga “justicia”. Pero recuerda, si la situación involucra la supervivencia o el bienestar físico y psicológico tuyos o de alguien más, trata de salir de ella si es posible, y si no lo es, entonces defiende actúa y protege. ¿Por qué? Porque nuestra supervivencia vital es distinta a la supervivencia de nuestro pequeño yo.
Observa que la agresión y el conflicto son altamente adictivos. Son dramáticos, y nos encanta el drama. El drama y el conflicto no existen al exterior de nuestro pequeño yo. Este hecho suele ser la razón de por qué nos aferramos tan firmemente a este pequeño yo.
Nuestra realidad, la de nuestro planeta y especie todavía mantiene experiencias de bajo nivel vibracional, como la guerra, el drama, conflictos y similares. Esto es un hecho. Nuestra especie está empoderada con la elección. Depende de nosotros el seguir manteniendo o no estos juegos de bajo nivel vibracional. Es por eso que hay un condicionamiento y programación tan insistente a través de nuestros medios de comunicación, cultura y religiones para así mantener este pequeño juego. Estamos expuestos a él y el efecto es el mismo que el de alguien probando el crack por primera vez: nos volvemos totalmente adictos a él, lo rechazamos o nos “recuperamos” después de haberlo consumido por algún tiempo.
Podemos ayudar a nuestra especie a dejar esta adicción al observarla en [email protected] [email protected] y empoderando a [email protected] para que también la observen en sí [email protected]. Sólo observando sin un propósito expandimos nuestra conciencia de las realidades detrás de esta adicción a escala global.
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