¿Te has preguntado qué hay detrás de la opresión de nuestro lado femenino?

Es fácil caer en el ciclo víctima/agresor cuando se piensa en la opresión de nuestro lado femenino. No se trata sólo de la supresión de nuestros propios rasgos personales, ya seamos un hombre o una mujer, sino también de la opresión física y a menudo brutal de las mujeres y hombres femeninos en todo el mundo.

Es fácil llenarse de rabia, ira, frustración, miedo y desesperanza cuando abrimos los ojos y miramos a nuestro alrededor y vemos lo que está pasando. La forma en que le decimos a nuestro hijo que “sea un hombre”, y que no llore, corra, ría, juegue “como una niña”. En cómo programamos a nuestra hija para que sea pasiva, indefensa, sumisa, bella y que compita para llamar la atención de los hombres (algo que en muchos países es todavía vital para la supervivencia física de las mujeres y de sus hijos).

La opresión de la mujer no surgió por casualidad, o como resultado de la supervivencia del más apto. Es un programa que ha sido brutalmente impuesto por todos nosotros, en todos nosotros, desde hace miles de años. Y está llegando a su fin.

Si estás familiarizado con mi trabajo, ya debes conocer lo que voy a decirte: que «eres un ser eterno y divino, de poder inconmensurable, Creador de esta realidad». Debes ser consciente de que esto es cierto. En este momento, algunos de nosotros nos hallamos en un puente entre una realidad en la que la represión de la mujer era necesaria para mantener vivo el paradigma luz/oscuridad, y otra realidad donde, ese paradigma ya no existe. Lo único que debemos hacer es tomar consciencia de cuáles son los aspectos claves, o anclajes, que hacen que ese viejo paradigma sea real, y tomar la decisión de disolverlos.

Al hacernos conscientes del lugar que ocupan esos anclajes en nuestro campo de energía, nuestra mente, cuerpo, sistema de creencias, nos convertimos en los pioneros, en los que crearán el camino para que se produzca la disolución colectiva de uno de los programas más insidiosos y esclavizadores conocidos por el hombre.

Podemos reconocer estos programas, que generalmente están relacionados con nuestras creencias sobre los hombres o las mujeres y, en particular, sobre el sexo, cuando tenemos un pensamiento, emoción o sentimiento que «no está permitido». Algo que suprimimos automáticamente. Algo que nos han enseñado que es malo, obsceno, prohibido. Algo que, al mismo tiempo, ha sido colocado en nuestro cuerpo energético para ser expuesto, debido a su diseño, o que tiene un determinado propósito. Algo que nos impide expresar todo nuestro poder, porque nos da miedo que salga a la superficie cuando seamos poderosos y no se pueda detener.

Pero aquí está el “quid” de la cuestión: el ser humano es uno de los pocos animales del planeta que no reacciona solo ante los programas. Somos una de las pocas especies que puede pensar, sentir, desear, ser programada para hacer algo en respuesta a un estímulo externo pero que también PUEDE ELEGIR hacer otra cosa en su lugar.

Y cuando nos permitimos sentir, pensar, desear o temer cualquier cosa, sin reaccionar ante ella y simplemente OBSERVAMOS esa energía en nosotros mismos, el programa SE DISUELVE.

Te invito a que te mires en el espejo, por lo menos 10 minutos, e imagines y creas realmente que eres del sexo opuesto al que es tu cuerpo físico en la actualidad. Hazlo durante toda una semana. También te propongo que observes a alguien cercano a ti, ya sea tu cónyuge, un o una colega, un amigo o amiga o un familiar, y durante 10 minutos, como mínimo, SEPAS que es del sexo opuesto al de su cuerpo. Es posible que tengas que empezar haciéndolo durante unos segundos, hasta poder llegar a los diez minutos que te propongo (en los dos casos).

Otro ejercicio es leer la siguiente frase y observar tu reacción: “Inelia Benz es una mujer poderosa, muy influyente y que no le teme a nada”. ¿Qué sientes? ¿Qué piensas? ¿Qué experimentas?

¿Qué pasa ante esa combinación de palabras: «mujer poderosa», «mujer muy influyente», «mujer sin miedo a nada»?

Ahora lee lo siguiente y fíjate en la diferencia (si la hay):» El Dalai Lama es un hombre poderoso, muy influyente y que no le teme a nada». ¿Alguna diferencia?

Ahora fíjate en la combinación de palabras: «Hombre poderoso», «hombre de gran influencia», » hombre audaz».

¿Interesante, no?

Mientras hagas estos ejercicios, observa si tus reacciones son emocionales, mentales, del ego, físicas o energéticas. Ve escribiéndolas en un diario y, al final, te sorprenderás.

Cuando salimos de la programación podemos actuar a nivel social. La opresión de nuestro lado femenino es más que el sometimiento de las mujeres; es también, en parte, la razón por la cual la mayoría de los seres humanos aceptan la guerra, el abuso de los animales y la falta de empatía hacia los seres vivos y hacia el planeta en su totalidad.

Cuando un individuo despierto (TÚ) disuelve sus programas de opresión crea un mapa energético, una resonancia, que empieza a activar el lado femenino de cientos de otros individuos. Y cuando actuamos a nivel social en la redefinición y el tratamiento de las mujeres, los animales y otros seres maltratados, lo hacemos desde un lugar de valentía e impecable integridad que resulta invencible. Ya no los “salvamos», o aumentamos su victimización al considerarlos víctimas. Ahora detenemos lo que está ocurriendo porque no se ajusta a la realidad que hemos elegido. ¿Y cómo lo hacemos? ¡Todo depende de nosotros! Nos reunimos y organizamos con otras personas y usamos las herramientas personales y sociales que tenemos a nuestra disposición. Pero PRIMERO nos liberamos a nosotros mismos, a nuestros cuerpos, campos de energía, mentes y cuerpos emocionales, de aquellos programas que nos esclavizan.

Pongamos nuestro instinto de supervivencia egoíca en espera durante los próximos meses, y atrevámonos a actuar para romper este eslabón de la cadena de esclavitud. ¡Saquemos nuestro lado femenino de la jaula! ¿Qué dices? ¿Juegas?